


THE LIVING MATRIX
La película The Living Matrix es un documental que trata de explicar científicamente hechos tan poco habituales como las curaciones a nivel mental, las terapias de tipo energético o la medicina informacional. En el documental se entremezclan entrevistas con científicos internacionales y profesionales de la salud reconocidos, con casos reales para demostrar que existen otros caminos para alcanzar la curación. “En la actualidad se están produciendo sanaciones increíbles a todas horas -se afirma al comienzo del documental- sin que la medicina alopática tenga un modelo para ellas ni explicación alguna de cómo pueden suceder. La mente, la intención, las creencias… Puede que todos estos factores influyan en la sanación. La respuesta puede estar fundamentalmente en modificar la concepción que tenemos de nuestro universo”.
El documental también cuenta la historia de Dimitri, una sanación increíble de un niño griego con parálisis cerebral. Los médicos habían descartado toda posibilidad de que pudiera volver a andar. De hecho sólo era capaz de apoyar las puntas de los pies y le era imposible apoyar los talones. Y no podía tampoco agarrar objetos ni jugar o moverse por sí mismo. Ni tan siquiera hablar más allá de emitir unos sonidos que su madre interpretaba. Pero presionados por unos amigos -y aún sin creer que pudiera hacerse nada- los padres le llevaron a uno de los seminarios de Pearl en Salónica (Grecia). Cuatro minutos estuvo apenas Pearl moviendo sus manos en torno al niño. “Después -explicaría el propio Pearl en un testimonio que los padres confirmaron como verídico a los productores de la película- unos amigos retiraron al niño de la camilla mientras yo hablaba con los padres. Y de pronto vi que éstos miraban hacia arriba. El niño había bajado sólo las escaleras del escenario y había subido sólo las escaleras del teatro. Allí estaba, con sus brazos abiertos, sonriendo. Después empezó a bajar de nuevo las escaleras. Puede imaginar la alegría de los padres. La madre decidió entonces viajar a Atenas a uno de mis seminarios y yo le dije que trajera a Dimitri para compartir su historia. Fue sola a Atenas y a mitad de semana me llamó y me preguntó si al siguiente curso podría llevar a Dimitri. Vino con su hijo y un grupo de sus amigos. Le quitaron los aparatos. El niño me miró, sonrió y me dijo: ¡Mira lo que puedo hacer!¡Puedo correr!’ Y corrió. ‘¡Puedo abrir y cerrar mi mano derecha!’No había podido hacerlo nunca… y lo hizo. Y estaba hablando y todo el mundo le podía entender. Lo que ocurrió, aunque no sepamos cómo ocurrió, había cambiado la vida de ese niño. Hoy ha pasado un año y Dimitri anda perfectamente, utiliza sus manos, juega y corre un poco raro pero eso es porque se pasa corriendo todo el tiempo”.